Soltar y perder para poder ganar…Y seremos como águilas

Me contaron hace unos días la transformación que tiene que enfrentar el águila a sus 40 años para poder seguir viviendo.

Y entonces, como cuando veo una erupción volcánica o un río completamente desbordado, me encuentro otra vez pensando no solo en que manipulamos omnipotentemente la naturaleza, sino que además entendemos muy poco sobre su sabiduría y su fuerza.

El águila puede vivir hasta 70 años siendo el ave de mayor longevidad. Pero a sus 40 años sus garras se debilitan, su pico se encorva dificultándole conseguir comida y sus plumas envejecen y ya poco le sirven para seguir volando.

En ese momento las águilas tienen dos caminos, algunas se dejan morir mientras que otras se refugian en una montaña, rompen dolorosamente su pico contra una roca y después de 150 días de aislamiento, una vez que su pico vuelve a crecer, se arrancan sus garras y con sus garras nuevas se sacan sus plumas para que vuelvan a nacer y así poder vivir 30 años más. Y así vivir según lo que son y lo que pueden.

Me llamó mucho la atención este proceso. Me sirve de confirmación de lo sabio y valiente que puede resultar tener que atravesar el dolor de la pérdida y las situaciones de cambios a las que nos enfrentamos para que algo nuevo nazca, y la vida vuelva a desplegarse.

Podemos pensar la vida del águila como una metáfora de la naturaleza que nos sirve para entender esos momentos en el que todo parece indicar que debemos soltar y perder para poder ganar.

Se tratará de…

Perder la casa de los padres para aspirar a los proyectos propios…
Soltar creencias o fantasías de la infancia o de la adolescencia para pensar adultamente…
Perder un lugar de seguridad racional para nadar en la incertidumbre del destino…
Soltar vínculos tóxicos para construir relaciones que nos ayuden a crecer como personas…
Perder ese lugar de victimas frente a los demás para habitar un lugar de fuerza y de protagonismo de nuestra propia vida…
Soltar la auto critica desmedida para mirarnos con ojos compasivos…
Perder el poder para reconocer nuestra impotencia…
Soltar la imagen del éxito social para ganar en autenticidad…
Perder la fantasía de poder controlar a los demás para vincularnos desde el respeto y el amor por lo que el otro es…
Soltar a los hijos para que crezcan plenos y seguros de sí mismos…
Perder ancestros para poder ahora ser leales a sus valores…
Perder la comodidad de la quietud pasiva para enfrentar desafíos nuevos …
Soltar el pasado para vivir el ahora…

Y así todo lo que uno pueda sentir como perdida para salir transformado de la experiencia.

Vivimos una vida de duelos constantes, de cambio y crecimiento. La quietud y la permanencia de lo que nunca cambia parece ser una utopía.
Crecemos… el tiempo nos recorre y con ese devenir podemos fluir con el destino.
Y toda experiencia es nutritiva si la miramos para crecer.

Y al aceptar los cambios, nos dejaremos inundar por ese tiempo que nos transforma…y seremos como águilas.